Una vida de aventuras, sueños… y cine. Richard Baddouh comparte con el mundo algunas de las historias más entrañables que le tocó vivir en su oficio de distribuidor de películas en Paraguay.
Por Jorge Coronel
Entusiasta, ágil, vital. Si hay algo que no le cuesta es hablar… y, cuando lo hace, lo hace con la franqueza que se ve gesticulada de mil maneras en su rostro, justo cuando recuerda aquellas hazañas que le cupo protagonizar. Esa misma dimensión afable es la que logra en su libro, 50 años de cine en el Paraguay. Personas, lugares y sucesos, una obra en la que comparte anécdotas pintorescas que hacen a su infancia, en su Uruguay natal; su llegada al Paraguay, de la mano de su padre –Don José Baddouh, un pionero de la distribución cinematográfica-; y su incursión a un negocio que le acompañó durante casi toda su vida.
«Mi papá tenía cine cuando yo era criatura… cuando éramos niños. Cada vez que nacía un hijo inauguraba una sala cinematográfica en Uruguay. Tuvo cinco; yo soy el segundo hijo y soy la segunda sala cinematográfica», cuenta Richard Baddouh, en una entrevista a la que accedimos entre firmas de libros y afectuosos saludos de personas con las que comparte amistad. Aquellas palabras, desde ya, explican la estrecha relación que conserva entre las películas y su vida.
Ya con 12 años, empezó a trabajar en una sala, «pasándole plumero a los asientos de cuero y barriendo el cine». «¡No me gustaba para nada! Pero había que hacerlo», recuerda. Desde entonces, fue creciendo en sus funciones, ayudando después al proyeccionista en la cabina; trabajando después en la boletería. «Pasé por todas las actividades cinematográficas que pueda imaginarse una persona», puntualiza, aunque nunca llegó a escribir ni dirigir una película.
Entre las funciones que comenta, se incluyen participaciones actorales como extra en distintas producciones. «Hay dos películas emblemáticas paraguayas, que son Cerro Corá, dirigida porGuillermo Vera, y Rata de América, del director Jean-Gabriel Albicocco y con Charles Aznavour, una producción paraguayo-chileno-francesa», menciona.
En 1955 -con 18 años-, Baddouh llegó al Paraguay para colaborar con su padre, en su empresa de distribución cinematográfica, y para proseguir con sus estudios (que nunca llegó a terminar, confiesa). Apenas asentado en el país, empezó a trabajar con los cines de barrios y del interior. Tiempo después, montó una distribuidora independiente, y empezó a tomar contacto con los dueños de las salas de cine. El libro que presenta, justamente, propone un recorrido ameno durante esos 50 años de actividad.