CRÍTICA DE «PARTE DE CRECER», EL NUEVO ÁLBUM DE KCHIPORROS
Por Jorge Coronel
Como un mensaje en una botella lanzado al mar y hallado en el río durante la cruda y eterna cuarentena. Así se percibe Parte de crecer, el nuevo álbum de Kchiporros que, aunque grabado meses atrás en pleno desierto de Texas, Estados Unidos, tranquilamente pudo haberse compuesto durante la incertidumbre del virus mundial.
“Si hay riesgos, si hay miedos, es parte de crecer”, repite Roberto “Chirola” Ruiz Díaz -además compositor principal de la banda-, en la misma apertura del álbum. Ya todo estará dicho.
La declaración de amor espiritual de La huella -“No hay medidas, no hay distancia entre tu alma y la mía”-, anticipa la atmósfera de inmortalidad de El origen: “Deseo que vueles por siempre, que calmes tu mente, que cures tu herida”.
Randy Ebright, de Molotov, se suma en la voz en el track más rockero: Jugar con fuego. Será momento de hablar de miedos, caídas, regresos; fuegos y el camino del corazón.
La alegría, frescura y melancolía toman el ritmo en Sabores de la yerba, primer corte del álbum, que ya aprobó en el verano pasado su destino de “festivalero”.
Corramos al mar, la última pista, cumple su misión de cierre con una canción que bien podría musicalizar una historia de amor en final de cuarentena. “Pasará un buen tiempo hasta volverte a ver / será un día perfecto, será un renacer. (…). Sé que el mundo es grande / tiene algo nuevo para los dos. Sé que nunca es tarde / viene algo nuevo para los dos”.
Producida por el ganador de cuatro Grammys, Héctor Castillo (Gustavo Cerati, NTVG) y mezclada y masterizada en Nueva York, Kchiporros registra en Parte de crecer su propia postal de la cuarentena en la que deja de buscar un “hit” para hurgar en su interior y volar con la fuerza de un Ave Fénix que ya encontró su propio camino.
Parte de crecer se convierte, así, en la producción más honesta y desafiante de una agrupación que aprendió que dejarse llevar por el riesgo también es parte de crecer.