No es una parodia, pero hace reír. Con poco miedo y llena de imperfecciones, Gritos del Monday aporta con más errores que aciertos a la cinematografía paraguaya.
Por Jorge Coronel
Tenía 19 años. Desarrollaba mi primer taller de guión cinematográfico (previa selección entre periodistas, escritores, audiovisualistas y cinéfilos varios). Debíamos presentar como trabajo final un proyecto de guión cinematográfico que cumpla con las reglas básicas del formato internacional y desarrolle una estructura narrativa de forma prolija. Entre mis manos me encontraba con una historia juvenil que me apasionaba: un grupo de amigos deja la ciudad para acampar frente a un arroyo donde espíritus toman forman y convierten su fin de semana en una pesadilla.
Orgulloso de mi trabajo -que me llevó días de desarrollo y varias noches de insomnio-, entregué el proyecto final con las primeras escenas resueltas. A la espera de gratas devoluciones, grande fue mi sorpresa -sin embargo- cuando recibí el guión y el argumento repletos de tachaduras. «¿Qué?», «¿Por qué?», «¿Tiene sentido?», «Falta aquello…», «Es absurdo que ocurra esto porque…». Con el ego por el suelo y alta desilusión, simplemente me enojé. Varios años después -tras cierta maduración creativa- releí aquellos textos y concluí que el docente en cuestión incluso fue generoso.
La maldita autorreferencia -recurso que no acostumbro utilizar- sirve solo para remarcar la irresponsabilidad de un cineasta que filma un mal guión, con malos diálogos, omisiones y criterios fallidos. Tanto desde lo técnico como lo narrativo.
Probablemente Gritos del Monday -escrita por Justiniano Saracho Garay-, de haberse presentado a una clínica de guión con un argumentista y dialoguista con experiencia también hubiera vuelto a casa con los apuntes tachados, notas al pie y signos de interrogación a lo largo de sus líneas. Y probablemente se hubiera enojado… pero previniendo una mala cinta.
El filme dirigido por Héctor Rodríguez tiene todo lo que un filme (de terror) no debería tener. Y esta verdad le duele al mismo crítico que la ve, a la espera de un producto artísticamente interesante… pero también al público que concurre a las salas a la espera de un buen cine local. Ambos salen despavoridos… y no por los mejores motivos.
Gritos del Monday es uno de esos materiales que nunca hubieran traspasado las clases de un taller o universidad. Errores de forma y de fondo, cinematográficos, narrativos, actorales, fotográficos y sonoros ponen en riesgo la salud del buen cine paraguayo.