El aclamado músico y actor ganador del Óscar y Globo de Oro adelanta su primera visita al Paraguay, junto con su banda 30 Seconds to Mars.
Por Jorge Coronel
Tiene 42 años, y su nombre es marca registrada entre las luminarias de Hollywood y todo lo que ello implica: cientos de propuestas millonarias, la pérdida definitiva del anonimato y el creciente interés hacia su vida privada. Su carrera actoral no puede ser mejor: desde su despegue mundial, con Requiem for a Dream (2000) hasta su último éxito, Dallas Buyers Club (2013) –le valió su primer Óscar por mejor actuación de reparto–, Jared Leto está entre los más buscados de la meca del cine hollywoodense.
Pero él, lejos de presumir y utilizar esos logros como muletilla de marketing, prefiere huir del ruido y disfrutar de una faceta que, al parecer, le sienta más placentero y natural: la música. Por eso –en su veta de vocalista, compositor y multiinstrumentista– en 1998 formó, junto con su hermano Shannon Leto (batería) y Matt Wachter (bajo), la banda 30 Seconds to Mars. Poco después, salió Wachter e ingresó el guitarrista Tomo Milicevic, tomando Jared el lugar de bajista.
Como las metas que supo proponerse en la vida, el grupo que formó se convirtió en un éxito: con 11 millones de discos vendidos y convertidos en la banda que mayor número de conciertos dio en una misma gira (según el libro Guinness de los récords), 30 Seconds to Mars llegará este mes por primera vez al Paraguay. En esta ocasión, con el álbum Love, Lust, Faith and Dreams, que incluye éxitos mundiales como Up In the Air y Do or Die.
¿Cómo vive Leto ese crecimiento musical? ¿Cuánto de amor, lujuria, fe y sueños hay en su vida? ¿Qué prepara para el show en el Paraguay? Un Jared Leto inspirado y reflexivo nos respondió todo eso, y más.
-Con Love, Lust, Faith and Dreams (2013) la banda logró un quiebre en la estructura de las canciones. ¿Cómo fue el proceso de composición?
-Yo pienso en una grabación como una unidad colectiva, y cada canción es como un capítulo de un libro. Love, Lust, Faith and Dreams es muy cinematográfico y atmosférico, pues se centra en ese choque entre lo orquestal y sintético: sintetizadores analógicos con cuerdas, baterías orgánicas o naturales… De alguna manera, es como un viaje: mirando, haciendo preguntas, experimentando, explorando… y, un día, mirás hacia atrás y tenés material para trabajarlo. Vos podés seguir modificándolo para siempre. Cada día que vivís, cambia la perspectiva y, por lo tanto, tus posibilidades de elección. Y este álbum está diseñado de una manera diferente, a través de estos cuatro temas de amor, fe, lujuria y sueños. Es un disco conceptual, no es una pieza narrativa. Cada canción tiene sus propias reglas: un comienzo, medio y final. Muy a menudo, yo escribo la mayoría de nuestras canciones sentado frente al piano, que fue el primer instrumento que aprendí a tocar. Escucho una melodía y trabajo en él en mi cabeza durante semanas y semanas. Cada una de esas palabras se menciona en todas las canciones. Resumen la grabación de una manera conmovedora, un nuevo comienzo para nosotros, un nuevo capítulo de nuestras vidas.
-En varias declaraciones hablaste de la importancia de la intuición en tus trabajos. ¿Esto también tiene que ver con el proceso de experimentación musical?
-Normalmente, cuando estoy escribiendo, sintonizo mi exterior y mis entrañas, mi instinto. Creo que es escuchar a tu “yo interior”, seguir tu intuición. Siento que hemos hecho el mejor álbum de nuestras vidas, porque hemos aprendido mucho acerca de quiénes éramos. Yo iba hacia algo más centrado y decisivo y, a veces, mínimo y no tan grandilocuente… realmente revelador, personal y exuberante, atmosférico.
Leé la entrevista completa en la Revista Dominical de ABC Color.