Entre llantos, bienvenidas, risas, reproches y despedidas, la cineasta Aramí Ullón abre las puertas de su intimidad familiar. La coproducción paraguayo-suiza expone la realidad de una madre anciana y enferma, casi al filo de la perversidad.
Por Jorge Coronel
En medio de la culpa y la resignación, allí navega Aramí Ullón en su ópera prima El tiempo nublado. Una obra que funge en una especie de psicoterapia audiovisual en torno a una problemática familiar sensible y dura. Instalada en Suiza junto a su pareja, la protagonista regresa al Paraguay para tomar una trascendental decisión: la que atañe nada menos que el futuro de su madre, Mirna Villalba, quien padece de una epilepsia que derivó en síndrome de Parkinson. Hija de un padre ausente -según define la misma autora-, Ullón cuidó a su madre desde sus 7 años hasta que -una vez adolescente- decidió partir rumbo a Europa.
La realizadora se embarca en el delicado terreno de exhibir una realidad familiar en un documental de autor que brilla por su fuerza narrativa, fotografía y diseño de sonido con altos estándares de calidad. La fortaleza de Ullón, sin dudas, está puesta en la mirada: la de sus ojos, y la de la cámara, siempre puesta al servicio de una gran narración.
Las dudas llegan cuando ciertos giros del filme nos permiten dudar sobre cierta manipulación del relato, acercándonos a un oscuro pero hermoso documental ficcionado. El de un drama familiar que gira sobre la tercera edad y un choque de conflictos interpersonales entre madre, padre, hija y novio. Y aquí no haremos juicios de valor sobre las decisiones de dirección o de la protagonista… en este caso, obviamente, de ambas.
La mirada social se resguarda en un subtexto sobre la ineficacia estatal para con los adultos mayores, las costosas opciones para asilos de ancianos dignos y las complicaciones de acceso a esas informaciones. Pero todo queda en segundo plano cuando doña Mirna termina considerándose tristemente una «carga», aunque siempre opte por sofocar los agudos planteamientos que demarca el guión.
«¿Qué haremos con nuestros padres, cuando estén viejos y enfermos?», se pregunta -como precisa premisa- la cinta de Ullón. La respuesta, probablemente, no la tenga… o esté quebrada. El espectador, finalmente, encontrará la suya. Y es que el mensaje, así como el tiempo, también se puede nublar.