Con más de 25 millones de discos vendidos e innumerables hits globales, el español Alejandro Sanz promete entregarse “al mil por cien” en su show del domingo en el Club Olimpia.
Por Jorge Coronel
Allá por 1988, y bajo el pseudónimo de Alejandro Magno, un Alejandro Sánchez Pizarro -de 20 años- grababa su primer álbum Los Chulos Son Pa’ Cuidarlos. Aquel joven Alejandro -que, al juzgar por la portada, más se acercaba a un Locomía flamenco que al ícono melódico que es hoy- se encargó de conquistar corazones a cada paso de su carrera. Con su siguiente producción, Viviendo deprisa(1991), Sanz empezó a sembrar una carrera basada en un sonido romántico y por demás auténtico. Es lo que quedó sellado con éxitos como Pisando fuerte y Toca para mí, primero; y Quiero morir en tu veneno, Corazón partío, Cuando nadie me ve, No es lo mismo, entre muchos más, después.
Con su décimo álbum, Sirope (2015), Alejandro Sanz se reinventa con sonidos que van del pop, al rock, funk y su indiscutible influencia flamenca en el fraseo. Composiciones como Un zombie a la intemperie y A que no me dejas volvieron a posicionarlo en las listas de éxitos, así como lo hicieron acreedor de un Grammy Latino al Mejor álbum pop contemporáneo en la entrega 2015.
«Yo estoy loco por llegar (a Paraguay)», asegura el cantautor. «La gira pasada no estuvimos, pero la anterior sí estuvimos y la verdad que nos trataron de maravillas, así que con muchas ganas de llegar».
La puesta que traerá para este domingo 24 de abril, en el Club Olimpia, promete a los fans «ir viajando por determinados sitios que han sido importantes en mi vida». De hecho, el concierto empieza con una frase escrita por Sanz que revela que cuando era chico «tenía un sueño y ese sueño definitivamente era estar encima de un escenario y poder compartir con la gente y que, de repente, me pudiera llevar hasta Asunción el 24 de abril a tocar. Ese era mi sueño».
En entrevista con ABC Color, el español también habló del momento creativo que vive, de la defensa que hizo a una mujer maltratada en pleno recital y de sus ganas por reencontrarse con su público del Paraguay.
–Sirope es un disco muy ecléctico. ¿Cómo te planteaste la producción del álbum y cómo vivís la recepción de los fans?
-Realmente buscaba eso, ¿no? Crear un sello sonoro o algo que fuera distinto de todo disco que había tenido en mente. Para eso, obviamente, busqué otros métodos para hacer el disco y para componerlo; no puedes buscar un resultado distinto haciendo lo mismo, entonces lo que hice fue trabajar desde la batería, haciendo los diseños de batería, creando la línea de bajo…
Estuve 8 meses trabajando solo en el estudio, unas 16 horas diarias aproximadamente. Entonces, cuando llegó el productor con quien iba a trabajar, le dije: ‘Mira, haz lo que quieras pero no toques absolutamente nada’, porque lo tenía todo tan claro, había trabajado tanto que tenía miedo que llegara alguien a meter cosas que no existían ahí.
Fue un descubrimientos Sebastián Krys, porque yo no necesitaba un productor, necesitaba un cómplice que pudiera traducir todo lo que yo decía y este hombre sabe mucho de sonidos, conoce los estilos musicales, entonces cuando yo buscaba un sonido, él sabía con quién tenía que trabajar para poder sacar ese sonido.