VIÑA DEL MAR. Entre gritos, gaviotas y éxitos continentales, el influyente cantautor español Alejandro Sanz hizo “rugir” al público de la Quinta Vergara en el Festival Internacional de Viña del Mar.
Por Jorge Coronel
¿Qué tiene Alejandro Sanz para triunfar en la Quinta Vergara? No nos cabe la duda: todo. Con un espectáculo especialmente diseñado para seducir al ‘Monstruo’, el popular cantante y compositor español trasladó distintos momentos de su carrera a lo largo de su repertorio. Su nombre, por ejemplo, adjudica unos 25 millones de discos vendidos; 17 premios Grammys Latinos y tres Grammys anglo.
Además de incluir lo mejor de su presente–por estos días promociona Sirope (2015), álbum con el cual llegará al Paraguay el 24 de abril–, Sanz llenó de nostalgia a sus incondicionales. Después de abrir el show de la forma menos pensada –el cantor llegó hasta el escenario caminando entre el montón de gente–, el nacido en Madrid generó suspiros, gritos, bailes y aplausos con recordadas canciones como Quisiera ser, Amiga mía y Mi soledad y yo.
El recital incluyó dos momentos especiales: los duetos con su compatriota Ana Torroja –ex Mecano– con quien ofreció una enérgica versión de Un zombie a la intemperie; y la colaboración de la cantante chilena Javiera Mena, con quien hizo un clásico de su repertorio: el popularCorazón partío. La belleza de la chilena no condijo con su voz… que lamentablemente sonó un tanto desafinada. Y las críticas en las redes sociales no se hicieron esperar.
Momentos intimistas y contundentes –como el de ¿Lo ves?, al piano, y la atmosférica No me compares–, así como festivos y corales episodios –éxitos como No es lo mismo y Looking for a Paradise– hicieron del espectáculo un blanco seguro de aplausos y lograron cumplirle –digámoslo– el sueño mayor de todo aquel que -por primera o vigésima vez- pise este escenario: las gaviotas de plata y de oro. Que, claro, Sanz los obtuvo.