El 25 de setiembre próximo llega a los cines la película paraguaya La chiperita. El director Hugo Cataldo Barudi cuenta cómo concibió la historia mientras le vendían una chipa… y pagaba el peaje.
Por Jorge Coronel
Todo empezó cuando, en un viaje cualquiera rumbo a San Bernardino, una de las tantas vendedoras le ofreció una chipa. Inmediatamente, pagó un peaje. Fue allí cuando le saltó una chispa que le llevó a perpetrar una historia de amor que -solo en dos semanas- llegará a las pantallas locales.
La idea de hablar de amor, sin embargo, venía de un tiempo antes. «Dentro de todos los proyectos, de la vorágine de cosas que uno va a creando siempre hubo una idea, pero una idea vaga de una historia de amor imposible y alguien que no se anima a contarle a su mejor amigo que está enamorada», comenta el director sobre el filme valuado en US$ 90.000.
En el cuento que decidió narrar, la figura costumbrista de la chipera ocupa para él un lugar primordial. «La chipera es, yo creo, esa figura medio icónica de la ‘paraguayidad’ y de la mujer ‘guapa’ y, otra vez, alegre y enfrentándose a cualquier tipo de adversidad. Entonces fue una chispa muy linda y también una reacción a lo que yo estaba haciendo antes, que fue Semana Capital«, advierte. En aquella cinta, el realizador contaba siete historias independientes -e incómodas- inspiradas en los pecados capitales. «(La película) me sirvió como entrenamiento para muchas cosas: trabajé con actores que venían con mucho entrenamiento. Trabajé con impresionantes tres directores de fotografía: Richard Careaga, Jerónimo Buman y Juan Carlos Maneglia«, recuerda sobre el filme.
En entrevista con ABC Color, el director y guionista habla del desafío de emprender la primera comedia romántica del cine comercial paraguayo, la voz de la crítica y la vorágine de filmar en ocho días de rodaje.
-¿Cómo nace la idea de contar una historia de amor?
-Después de tener ganas de hacer algo que no me tome tan en serio, y hacer algo tierno, y de repente no tenerle miedo a hacer algo romántico. O sea, también era otra premisa que me daba miedo pero, al mismo tiempo, me motivaba mucho: a ser romántico, cursi, reírse inclusive de eso, pero en el buen sentido. De que yo mismo me río, porque me encuentro… esa risa de «hallo», más que de otra forma. No con otra intención, sino que hacer una comedia romántica. En este caso, el desafío fue romper un poco con eso.
-¿En qué momento sentiste que debías producir la historia?
-Yo trabajo hace un tiempo con Lorena Cabrera (productora). Lo lindo de trabajar con ella es que yo le muestro una idea y también se ve la posibilidad, a partir de los tiempos: de si podíamos, en este caso, hacer o no la inversión. Y hacer algo chiquitito. Y siempre fue un desafío hacer algo chico, que se pueda grabar, fácil. Y nosotros grabamos en muy poco tiempo, justamente por la falta de dinero (…) Tuve un trabajo previo con los actores de meses, pero yo grabé en ocho días y tuve dos días de retoma, de cosas que ya no era con actores. Estamos hablando de una producción chica que -una vez que nosotros les presentamos como cualquier otra película paraguaya a Filmagic- tiene una distribución muy fuerte, y ahí como que se nos ve más. Es muy raro, pero es un proceso.