Aunque ya nadie lo precise, será difícil clasificarlos. Su universo musical bucea entre el rock alternativo, experimental y psicodélico, pasando por ese pop tan peculiar que ha hecho de Babasónicos una banda muy personal.
Por Jorge Coronel
Formada a principios de los ’90 en su Lanús natal, Babasónicos no tardó en cruzar fronteras y hoy es referente obligado de la música hecha en Argentina, en mercados como los de México, Colombia, Chile y España.
Tres años después de su último concierto en Asunción, la agrupación argentina regresará al país el sábado 29 próximo, como parte del Kilkfest, evento que reunirá -en dos fechas- a figuras como Capital Cities, Icona Pop, Armandinho, Boom Boom Kid y Los Master Plus.
Adrián Dárgelos, frontman y compositor principal del grupo, nos recibió en el estudio y sala de ensayo que la banda tiene en Buenos Aires: el espacio -casi místico- que ese grupo (humano y musical) utiliza para componer, grabar, ensayar… y (a veces, como nos confiesa Dárgelos) dormir.
Antes de confesarse admirador de las novelas de la escritora paraguaya Mónica Bustos, autora de Chico Bizarro y las Moscas («¡Me falta la última de ella!», se lamentó), el músico nos ofreció una extensa charla en la que habló de lo nuevo y lo anterior, del proceso compositivo, del universo de sus canciones, de la comunidad paraguaya en Argentina, del adiós a Cerati, de la vida y la muerte, y más.
-El álbum más reciente de la banda es «Romantisisísmico» (2013). ¿Qué significa para la discografía de Babasónicos?
-«Romantisisísmico» -como ejercicio y como disco especial, en el eslabón que conforma como cadena de toda la gran discografía de Babasónicos- tiene la particularidad de ser un disco de los buscadores. Porque busca los motivos, nos imparte para encontrar los motivos para escribir. Y una vez que escribís, estar inspirado. Rozar con una pluma la panza de los dioses. Y provocar una sonrisa en ese lado tan finito, donde son las mismas palabras que se puede usar para hablarle a un amigo, para comunicar algo, para dar una orden precisa para tener como posología de un medicamente e, inclusive, las mismas que se pueden rozar la divinidad: acariciar con una pluma la panza de los dioses.
-El amor es una palabra recurrente en las canciones…
-«Romantisísmico» sale a la búsqueda del motivo, encuentra un lugar especial que, cuando Babasónicos componía la obra, estábamos terminando de grabar las canciones (yo le daba los últimos retoques a las letras). En ese momento me daba cuenta de que decía mucho la palabra amor, en comparación con «A propósito», que no la hice ninguna así. Me gustó… nos gusta en ese disco usarla, porque nunca la usé.
-A diferencia de «A propósito», este disco es mucho más luminoso, lleno de energía y baile…
-Sí. Es un disco de los más difíciles, a mi criterio, en parir. No sé si hay un disco más fácil y otro más difícil, también, pero nos cuesta mucho porque son muchas horas de ensayo, mucho tiempo: llegar a tocarlo y, cuando estás haciendo el registro, tocando, componiendo una pieza que tiene sutilezas rítmicas, tiene que ser la vez más mágica de las que las tocás, y las tenés que tocar como 50, 60 veces. En un momento, estás más allá de tocarlo bien y de tocarlo mal. Ahí está el momento en el que tiene una nueva mirada. Ese momento es muy importante. Una disciplina se anima a partir de la repetición al infinito. Al infinito quiere decir a, por lo menos, perder la cuenta de la cantidad de veces que uno lo ha repetido.
-¿Entonces hay obras que no llegan a ese punto y quedan afuera?
-Y en el disco hay obras que, por tiempo, no les llegamos a dar esa cantidad de horas de desarrollo. A veces, en la primera vez que la tocás, ya tenés la esencia… y la perdés en la vez 30. Y la recuperás en la 58 o la 60. Y, a veces, la esencia se da en la vez 100 que la tocás.
-¿Sentís cierta injusticia al dejarlas afuera?
-Ahí lo que hay es, por lo menos, que hacés justicia con la canción que encontraste su tono interpretativo-dramático, que transmite una idea.
Babasónicos tiene esa forma donde toda su música habla un poco. Habla la elección sonora de cada instrumento, el pastel de gama de color que reproduce, en un contexto de esos sonidos unidos que eligió cada músico tocar, y cómo eso flota en una cadencia, ciertamente, yo creo que latina, sudamericana, porque es más desinhibida, es personal, tenemos una forma muy sudamericana de tocar.
En ese momento, el músico nos muestra un arpa que forma parte del espacio más privado de su estudio de grabación. «Es un arpa que traje de Asunción. Es el arpa de mi hermano que lo compré en Asunción», cuenta. «Este es el estudio, abajo está el estudio A; el estudio B es esta parte: ahí arman el estudio y acá graban algunos instrumentos».