Formó parte de la mítica banda argentina Los Abuelos de la Nada. Tocó con Charly García, y siguió su vertiginosa carrera convirtiéndose en uno de los productores más buscados del rock latino.
Por Jorge Coronel
Su vida gira alrededor de la música desde finales de los años ’70, cuando el recordado artista argentino Miguel Abuelo lo convocó a su banda, la recordada Los Abuelos de la Nada. Mientras Andrés Calamaro tocaba teclados y cantaba, López hacía lo suyo en bajo y coros. Desde ese entonces inmortalizaron éxitos como Costumbres argentinas, Lunes por la madrugada, Mil horas y Sin gamulán.
Eran tiempos de hippies y sustancias, y el rock argentino tomaba más fuerza. Tras su alejamiento de la banda, emprende proyectos con Miguel Mateos y Charly García. Poco después, se convierte en el productor predilecto de la compañía RCA Ariola, lo cual dio pie a grabaciones de artistas como Caifanes y Maldita Vecindad.
Desde un tiempo a esa parte, pasaron por sus manos muchos de los éxitos más grandes el rock y el pop latino. Desde su excompañero Andrés Calamaro (a quien produjo La lengua popular y Bohemio), pasando por Diego Torres, Vicentico, Julieta Venegas, Coti Sorokin, Miranda!, Paulina Rubio y Rubén Rada.
-¿Cómo percibís, hoy, la escena del rock argentino?
-Hay muchos grupos interesantes, jóvenes, saliendo. A mí lo que más me interesa es un grupo que sea más bien pop: a mí me interesa mucho Indios, me gusta Banda de Turistas, me gustaCallate Mark… Me parece que está surgiendo algo muy interesante. Eso es lo que más me gusta de lo que está pasando de nuevo ahora.
-De un tiempo a esta parte, pareciera que se hizo justicia con la figura del productor en la industria del rock. ¿Sentís que se reivindicó el rol de productor?
-Y yo creo que sí, pero viene pasando de hace unos años. Cuando yo grabé mi primer disco, el productor era Charly García: entramos al estudio y alguien me dijo: ‘Te va a producir Charly, ¡qué bueno! Y yo decía: ‘¿qué es un productor? Ahora, digamos que la gente conoce el rol, conoce el papel, conoce un par de discos y reconoce el sonido o el aporte de los productores… eso lo hace más divertido, porque te juntás con gente talentosa, que quiere agregarle un plus a lo que ya tiene; y busca un productor y se generan relaciones más interesantes.
-Figuras icónicas del rock, como Andrés Calamaro, confían en tu olfato musical y te convocan. ¿Qué sentís que aportás a sus proyectos?
-Andrés y yo somos como parientes ya, a esta altura, ¿no? Él es alguien con quien tenemos afinidad en los gustos y en la musicalidad, y sabe ponerse a escribir un montón de canciones. Escribir las letras y cantarlas es un fardo grande. Y tener alguien que te aliviane, de tu confianza, es muy importante para un tipo como Andrés, por ejemplo. Aparte de nuestra amistad y toda la historia que tenemos juntos…
-Con Calamaro colaboraste en “La lengua popular” (2007) y “Bohemio” (2013). ¿Cómo trabajaste en el sonido de esos discos?
-Lo que pasó fue lo siguiente: Andrés venía totalmente abierto de ideas. Él no sabía si quería un disco con sintetizadores, un disco de esto o de aquello… y yo, escuchando las canciones, en lo que le ayudé fue en decir: ‘Hagamos un disco de rock’. Hagamos el disco de un gran compositor de rock, de un tipo de 50 años, adulto, maduro… y elegimos hacer un disco muy orgánico, donde los únicos teclados son órganos y piano eléctrico, también hay algunas guitarras. Fuimos volviendo un poco a eso y lo agarré a Andrés en un momento tumultuoso de su vida, entonces yo un poco armé, toqué el bajo, hice los arreglos. Lo que él hizo fue traer unas composiciones espectaculares.
En La lengua popular fue diferente: compusimos juntos, porque le faltaban las canciones. Acá (Bohemio) le sobraban las canciones y necesitaba como una brújula, una dirección y alguien que lo ayudara a arreglar los temas y tocarlos. Y eso a mí, trabajar con un artista tan talentoso como Andrés y con un amigo, es placentero en cualquier función que me toque.
-Si hay alguna canción emblemática en el pop latino de los últimos años, es “Color esperanza”, compuesta junto a Coti Sorokin para Diego Torres. Pocos conocen la verdadera historia…
-Esto fue bastante gracioso. Nosotros, en ese disco, tenemos otro tema compuesto con Coti: No me olvides, que es una rumba. Y ese tema tiene un problema: tiene un registro muy amplio, entonces la estrofa a Diego le quedaba entre baja y el coro alto, que es como finalmente quedó; un poquito grave en la estrofa, un poco agudo en el coro. Entonces, un día, hablando con Coti, le digo: “¿Vos sabés que me pasa esto con el tema? Y él agarra y me dice: “Mirá, le hice un coro nuevo a la canción”; y yo lo escucho y lo junto con No me olvides y le digo: “Esto no cuaja”. ¿Pero sabés qué, Coti? Esta está buena. Bajámela y mandame este estribillo.
Y, un día, estaba en el estudio trabajando en otra cosa, y de repente me cayó toda la estrofa y el puente, y todo el resto de la canción entera, y la hice toda rápida; y lo llamé y le digo: “Coti, la tengo”. Y vino Coti, le encantó y él le puso la letra al resto y se la llevamos a Diego.
-Y fue lo último que incluyeron en el disco…
-Exactamente. El disco estaba prácticamente cerrado y esto en realidad salió de una idea nuestra para mejorar “No me olvides”. Y, bueno, y al final fue el tema que empujó el disco… muchas veces pasan esas cosas en los discos. Esos accidentes afortunados.